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Relatos

A SABER, LA BURRA QUE SE ANDA VENDIENDO…

By 26 julio, 2023No Comments

GRABADO DE ERASTO CORTES JUAREZ.
Tirado a mano por el autor.
“Fisonomías de animales”
Ed. Mexicanas, México, 1950.

 

Así decía mi mamá, o, de qué se trata eso de estar en este mundo, planeta, universo, galaxia. Porqué nos tocó en este país y no en otro, en una ciudad cosmopolita o en un pueblo rabón, la familia en la que caímos y no la de enfrente. Porque hay momentos, a cualquier edad, y peor cuando ya crecimos, que nos empiezan a brotar preguntas sin respuestas, reflexionamos sobre nosotros mismos, quiénes somos, de dónde venimos, cuestionamos lo aprendido, lo escuchado, para saber y entendernos mejor, definir qué queremos, a dónde vamos.

Por ello hace falta conocer nuestra propia historia, la historia de nuestra familia, nuestros padres, esos que al correr de los años descubrimos poco a poquito, conocimiento que nos proporciona elementos para asimilar legados. Un legado, es lo que cada quien recibe, ya sea material o inmaterial, nos lo dejan las generaciones que nos antecedieron. La verdad, somos medio presumidos, nos jactamos por un regalo, por cosas que nos fueron dadas. Nos toca, por lo menos, averiguar cómo o porqué nos llegó.

Cada familia tiene sus modos, sus mandatos, sus métodos, sus secretos, decretos, misterios. La ropa sucia se lava en casa. No se debe hurgar en las historias familiares. Las familias tienen algo de sagradas. Nadie, por ningún motivo debe enterarse, contimás siendo extraño, de lo que ocurre en un hogar puertas adentro. Y todititito se sabe, porque anda de boca a oreja, cualquiera lo comenta, sazonándolo a su gusto para darle vuelo al infundio, sea cierto o incierto.

Si las lenguas se hacen trizas, al desmenuzar los sucesos que se cuelan sigilosos por rendijas y ventanas, ¡no importa! Son chismes de gente ociosa, congéneres del lleva y trae que se regocijan en el reporte. Cualquier sitio es bueno para esparcir entrometimientos, cada oreja está atenta para escuchar las murmuraciones, los dimes y diretes ajenos. Claro, ajenos, los del prójimo o del lejano, pero no los propios.

Hombres, mujeres, sin distinguir edad ni alcurnia, nos tomamos tiempo para estar, según eso, al tanto… y que corra el embrollo. Así, nada más de pasadita, se informa y se da razón de cuanto hay, así se condimenta al gusto, y el mundo está muy orondo. Todos hablamos de todos, señalamos al fulano y la perengana, volvemos ojo de pulga los pecadillos propios, mientras magnificamos los ajenos al tamaño de un mamut. Jugamos a engañar y ser engañados, encubriendo el run-run de las culpas, las que causan los agobiantes pesares, esos tan pesados, que no se quitan de la cabeza, y hasta duele; de la vergüenza, esa tan peliaguda como difícil de esconder.

En las historias de familia, la mujer tiene un papel trascendental. Quizás a eso se deba que esas historias tengan, en muchos casos, un halo de silencio, disimulo, sigilo,  discreción, tal vez burla que tergiversa los hechos; susurros que delatan, confunden, originan turbación y conflictos entre la descendencia. Las mujeres, en nuestra cultura cuidan la Honra desde tiempo inmemorial, se les exige ser un dechado de virtudes, un ejemplo a seguir, llevar vida santificada, sin embargo, es parte del vivir deambular entre el sublime paraíso y el infierno, ya sea  divertido u horripilante.

Por eso se dificulta entender la propia historia, porque si alguien no cumplía tamañas exigencias era mejor silenciarlas; las mujeres deben ser sumisas, subordinarse a la autoridad patriarcal.  Sea como sea, lo mismo en etapas de crisis que en temporadas de tranquilidad, en momentos de amor o  arranques de violencia, a causa de una enfermedad o derivados de una bonanza, si ocurre alguna transgresión, ocasionada por alguna de ellas, o también de ellos, aparecen las mentiras para tapar el sol con un dedo. Las del sexo fuerte se difuminan casi siempre con mayor facilidad.

Hallar, reconstruir estos sucesos, conocerlos, aceptarlos, limpiar hasta las más tenues veladuras, armar de nuevo el complicado y fascinante rompecabezas del pasado, volver a bordar sin censura, dejando fuera los juicios, las críticas, asumiendo lo que a cada persona, en cada época, con mentalidades y circunstancias disímbolas le ha tocado vivir, ya fuera alegría, turbulencia, tragedia, calma o guerra, es conocernos a nosotros mismos.

Todo conduce, a entender esa experiencia remota e ignorada de los ancestros, que como finas redes se entretejen en nuestros olvidos y recuerdos. Al descubrir ese pasado, cada uno entiende cosas que le corresponden, para continuar el bordado de ese tapiz, rico en matices y claroscuros, que se ha deshilachado, desvaído en el curso del tiempo, pero nos aporta nuevos significados, interpretaciones distintas que cooperan a nuestra comprensión personal. Nos permiten recuperar un patrimonio invaluable, al reconocer en esa historia de la parentela cercana, hechos que ya fueron y sin embargo nos atañen.

Procedemos de un misterio insondable, más antiguo de lo que nuestra memoria alcanza a percibir. Todo aquello que forma parte de las historias de familia, se entreteje, es un trozo de la historia personal, de la Historia que narra la vida, para rescatarla de la desmemoria y el abandono.

 

María Teresa Bermúdez

Verano del 2023

Para Adriana Chalela y Alicia Molina, expertas buceadoras de los sentimientos humanos.

A la memoria del Maestro Jaime Cortes amigo entrañable.