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Personajes

Algunas reinas que conozco…

By 29 diciembre, 2023No Comments

Se dice que una reina es la esposa de un rey. Yo conozco algunas que llevan ese nombre y no tienen que ver con la realeza, ni nada relativo a ella. Son reinas por sí mismas, sin necesidad de rey, consorte, marido, o como quieran llamarle al susodicho.

Les contaré de Reina Bojom. Hace honor a su apellido porque es dura, puede que también veteada como esa madera. Dura en el sentido de resistir, soportar, aunque tiene corazón de melipoma querendona. En sus pláticas hace equilibrios insospechados, pasa de la ternura infinita a la ira más violenta, que la pone colorada, como un jitomate maduro, al narrar lo que vive.

Reina Bojom es agraciada, menuda de cuerpo, ojillos restirados, nariz maya. Su peinado varía según su humor, pues algunas veces se lo pinta color achiote, otras, se lo deja como arcoíris. Se lo restira hasta la coronilla y de allí cuelgan sus tirabuzones naturales, que se menean al ritmo de sus risas y también de sus desdichas.

Es muy graciosa esa Reina, le gusta andar bien emperifollada, con ropa buena, a la moda. Igual se pone una playera y shores de color a tono, que vestidos de marca. Reina Bojom se combina con individual estilo los accesorios; si viste informal, pepena cualquier fibra que encuentra y ensarta rondanas, cachitos de madera, huesitos, semillas, lo que le cae o se encuentra. Es muy creativa. También usa pulseras de su creación, en los tobillos, cuando deja las botas y luce sandalias. A veces, hasta sombrero se encasqueta para verse más coquetona.

Le encanta la plática, es una magnífica y entretenida conversadora, salpica sus decires con aspavientos, pucheros, manos, pies, o lo que haga falta, para enfatizar su animada narración:

-Doña, tengo hambre, desde ayer que no pruebo nada. ¿Me crees doñita? ¡No me alcanza! El, me convida trago de la botella, pero de comer no se acuerda, doñita, ¡oye como me gruñen las tripas! ¿me das algo? Pero dame también dinerito doña, pos luego, ¡chíspale con él! hasta se puede poner malo, malo de malo, de que se retuerce porque le duele, o malo lóbrico, de enojo el cabrón, de que no le llevo su chanchamito. No creas doñita, no es de loox, no me pega. ¡Mare, ha! se la regreso, ya lo sabe…-

Reina Bojom es muy seductora con los galanes. Uno de tantos, cuando al caminar ya trastabillea, se acomoda bajo la sombra del chajá, en la piedra de su gusto. Ya sereno, se entona con mucho sentimiento y deja volar su voz:

…ay que dichoso soy, cuando la escucho hablar…

Ya que se aburre de canturrear, el Sac bej lo mira ir y venir, perderse y reencontrarse, dar vueltas, dormir entre las matas y los bichos, sin que se le olviden las canciones.

Las visitas de Reina Bojom ocurren casi siempre al atardecer. Quizás, a esa hora necesita que alguien la escuche. Quizás, ya lleva días con sus noches, perdida en sus laberintos, quizás le hace falta sentir que otro le responde, saber que ella existe. A tropezones, bamboleándose en su naufragio, grita, cuando todavía se da cuenta de los ladridos; los canitos la atemorizan y prefiere no acercarse demasiado. Malo, malísimo, cuando pierde la brújula, necesita detenerse de los barrotes, y los perros a ladridos, la aterran, le acrecientan y acompañan su miedo.

Así pasó una noche. Para calmarla, entró a comer pan frío, luego fuimos con el doctor, pues la Reina Bojom aparte de kala´an peel, y espantada, cargaba un embarazo que ya era muy notorio. En sus condiciones, nada podía hacerse aparte de apapacharla. El doctor, respetuoso, paciente, le recetó unas tabletas, cada ocho horas, sugiriéndole cuidados. Ya repuesta del susto, la dejé pensativa: ¿cómo va a saber que ya pasaron ocho horas, si no tiene reloj? Se quedó en el cruce indicado, a orillas del pueblo. Meses después, no sabía cuándo ni cómo había salido de su cuidado. Contemplar su desamparo, su aguante, duele, duele mucho.

Las discontinuas apariciones, me asombran, son una muestra de la capacidad de resistencia que poseemos los humanos. Otra ocasión venía muy contenta, pelo teñido, arreglada con curia. Ya no vive en la salida a Molas, otra vez cambió el rumbo. Conforme desgranaba sus desventuras afloraba su angustia.

-Doña ¡ora ya no tengo donde dormir! Me enojé con el güey. ¿Tú crees doñita, me echó de su casa? Me largó y ni mi sabucán agarré, nomás a mi solita me apartó. A gritos, doña, manoteando como un kisín, así de colorado se puso.-

En un tris se repone de su enojo. Agacha la cabeza, entorna los ojillos, pone sus manos sobre el tuch que ya resalta,  y dice con otra expresión y un tono muy dulce:

-¡Mamá… vas a ser abuela! Sí mamá, voy a tener un bebé…-

Se acuna la barriga con ternura, la acaricia y le sonríe.

-Bueno, Reina, si vas a tener un chiquito, pues avísale al güey. Explícale de qué se trata, dile que va a ser papá y que los deje quedarse en su casa.-

Se le nubla el semblante. Cavila unos momentos. Suelta la carcajada y sus ojos expresan ¿travesura?

-¡No, mamá! ¿Cómo le digo eso, si yo no sé ni de quién es…?

 

María Teresa Bermúdez

San José Tzal-Yucatán

Navidad 2023