Yndio, tente en el aire, cambuja, alvarrasado, barnillo e yndia.
Siglo XVII. Fomento Cultural Banamex
México, lo mismo que el orbe entero, el universo, es un continuo cambio. Mezcla, encuentro, choque, evolución, sinónimos que integran la vida. Vida, señala el diccionario, es: la Actividad funcional de los seres orgánicos, indispensable para su conservación. (1) Una vida que día a día y momento a momento se inventa y transforma cíclicamente desde la eternidad.
Cada mañana, cada noche, se retoma lo cotidiano. Lo cotidiano se relaciona además con la intimidad de cada persona y su memoria. En la memoria de cada uno de nosotros, confluye el espacio ocupado por las diversas etapas que conducen del nacimiento a la muerte. A ese transcurrir se agrega, de acuerdo al momento: el aroma que lo evoca, los sonidos que transportan a ese instante, lo que sus ojos vieron, lo que palpó su piel, los sabores paladeados, lo que se disfruta o siente, y también aquello que le causa molestia, enojo. Esa memoria, o facultad de reproducir en la conciencia ideas o impresiones pasadas… (2) lleva a infinidad de mundos en cuestión de instantes. Su invisibilidad nos resulta extraña a la vez que familiar. Adentrarnos en ellos es conocernos a nosotros mismos.
Se calcula que la actual República Mexicana tiene treinta mil años de estar habitada; milenios que contemplaron prácticas y sistemas de valores semejantes entre sí, hoy casi desaparecidos. Se conserva el recuerdo de los olmecas de San Lorenzo, que vivieron en aldeas e islotes, allá por el mil quinientos antes de Cristo. Quizás fue ésta la hamaca de la civilización prehispánica. Quedan vestigios de teotihuacanos, toltecas, mayas, y de los chichimecas, responsables de la movible frontera entre Mesoamérica, zona de elaboradas culturas, y Aridoamérica, región ocupada por cazadores-recolectores.
La Mexica, se puede considerar una síntesis de la civilización mesoamericana. El territorio poseía una gran diversidad social y lingüística, fragmentación debida a unidades sociopolíticas localizadas en pequeñas extensiones geográficas. Hubo, sin embargo, relación entre las diversas regiones, por su potencial ecológico y el desarrollo demográfico, político y cultural de cada una de ellas. El corazón lo constituían los valles centrales del altiplano, pero no estaban políticamente unificados, conocían las guerras de saqueo y dominación.
Los habitantes de aquel entonces, buscaron entender la conquista española mediante sus sistemas cosmogónicos. Para ellos …las transgresiones desencadenan el fin de las eras o soles. (3) Los españoles del siglo XVI querían encontrar países ricos para comerciar, sin que descartaran el despojo y la conquista. La población mesoamericana no sólo garantizaba un caudal de riquezas; sus habitantes eran numerosos y técnicamente avanzados, no en lo militar ni en lo político. Los podían explotar luego de someterlos, utilizando incluso su propio sistema de producción y cobro de tributos. Aportarían mano de obra con trabajos forzados. Las masas sometidas dieron pie al celo misionero de los conquistadores, lo cual les permitió santificar su Conquista, bajo el pretexto de convertirlos al cristianismo.
La gente y la cultura prehispánica son ascendencia, y parte fundamental en el proceso que ha ido moldeando a la nación mexicana. El encuentro con seres distintos para unos y otros causó desconcierto. Mientras Moctezuma se inclina, besa la tierra y muestra inmenso respeto, Cortés habla de afecto, de conocerse mejor, intenta incluso abrazar al Tlatoani, cuyo contacto físico estaba vedado. Los regalos/tributo son la tentativa, la herramienta para evitar la guerra. Son también un contrato. Y entre multitud de variados presentes, los españoles reciben mujeres. Sometidas, asumen el papel de mediadoras con aquellos caballeros cristianos. ¿Qué tipo de relación se habrá establecido? ¿Acaso el impuesto parentesco mitigó la ansiedad? Naturales y forasteros, enraizados en el miedo abrigaban sentimientos hostiles. Seguramente el temor por ambas partes fue un ingrediente básico.
Lentamente la vida en común demostró que los recién llegados no eran dioses. Los atavíos de Quetzalcóatl primorosamente resguardados, que les mandara Moctezuma, ni siquiera los tomaron en cuenta. Ellos poseían el trueno aterrador de los disparos, el olor a pólvora, el golpe que aniquila la vida. Y a ellos, además, los poseía el sobresalto de pensarse descuartizados en un adoratorio. En la Noche Triste se rompió la tregua. En calidad de despojo tomaron a las mujeres como botín de vencedores y parte del Quinto Real. De doce millones de mujeres, en 1521, a principios del siglo XVII quedaban únicamente seiscientas mil.
A la postre, la incapacidad de comprender lo extraño, lo que no se conoce, generó ira y desprecio en las dos parcialidades.
Los primeros mestizos: hijos de padre y madre de razas diferentes, nacieron en tales circunstancias. Vástagos de progenitores que acaso ya hubieran procreado otros hijos allende el mar, en sus legítimas esposas. Siglos de repetición acallaban sus conciencias:
Este hijo que tienes de mujer soltera
si no es esposa, no te compromete. (4)
La madre, en consecuencia, se encarga sola de crecer la prole. Desde su profunda sensación de desamparo, transmite un mensaje ambiguo, expresado magistralmente siglos más tarde por Juan Rulfo en Pedro Páramo:
–No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro. (5)
La violencia sorda, el miedo, estuvieron presentes en la gestación. 1521 marca el derrumbe y fin de la hermosa Tenusitlán enclavada sobre la gran laguna. La última de las guerras mesoamericanas, malogro de los mexicanos, es también el principio de una nueva forma de vida. Inicio de adaptación. Los vencidos se someten, por lo menos en apariencia, a los ritmos, rutinas, costumbres, pensamiento que implantan los vencedores.
La Nueva España generó una sociedad mestiza que paradójicamente tuvo su inicio en un sistema de segregación. Jurídicamente, se establecieron la República de indios, sitio en el cual estarían protegidos de los abusos y de imitar los malos hábitos de los peninsulares: holgazanes y faltos de piedad. Los naturales, serían convertidos a la fe y a la civilización de manera gradual, por las Órdenes Mendicantes. La República de españoles funcionó de manera paralela. El sistema adolecía de múltiples fisuras.
Muchos naturales huyeron a zonas montañosas. A comunidades completas las trasladaron de lugar. Otros optaron por el suicidio. En España, la riqueza del Nuevo Mundo propició la inmigración. En lo que se ponían de acuerdo, para decidir si los naturales eran gente de razón, propietarios de un alma, hubo fundaciones de ciudades y Reales de Minas. Prohibida la esclavitud, la gente del África llegó a enriquecer el mestizaje. La convivencia trajo de la mano las grandes epidemias de peste y viruela en 1545.
Quizás el rasgo más característico de esta cultura, surgida de la conquista española, fue la confusión. Para el aborigen, en su propia tierra, adaptarse al nuevo orden le resultó más dificultoso, que para los árboles frutales que trasplantara Vasco de Quiroga a la zona de Michoacán.
“Nepantla ni de aquí ni de allá pero de ambas orillas”. El indio que decía estar nepantla sigue teniendo razón: la cultura se mueve en un terreno intermedio: ni español ni indígena…” (6)
Dicen que Don Vasco, con ayuda de las purépechas, bosquejó el rebozo para cubrir la desnudez femenina. Desde ese entonces el rebozo ha sido abrigo de pesares, escondrijo de secretos, lujo de presumir.
Venciendo multitud de entresijos, el trueque incesante de habilidades, modos, sabores, sonidos y preferencias conformaron una mezcolanza que dio por resultado lo novohispano. Las mujeres y su sapiencia aportan el uso de la herbolaria, lo mismo para curar dolencias que para sazonar los guisos. Su arreglo personal con flores y joyas, volvió a ser un adorno en calles y casas. Tras un doloroso y arduo acomodo, la vida reverdece.
Las diversas costumbres tuvieron en los hogares un crisol, del que brotaron infinidad de creaciones. Las mujeres originarias, en la cama del señor, balanceando la cuna, en la cocina junto al metate, en los bordados y telares, marchantas en el tianguis, parteras o plañideras, significaron una presencia insustituible. Estas mujeres, además de un arsenal de conocimientos, con su propia sangre dan lugar a las castas, símbolo del mestizaje de una sociedad variopinta.
En 1564, Andrés de Urdaneta zarpó rumbo a las Islas Filipinas. Al descubrir las corrientes que permitían el tornaviaje, los inmensos galeones se convirtieron en el portento de la transportación marítima, colocando a la Nueva España, en el centro del comercio de los mares. Este intercambio con Filipinas y el Lejano Oriente, enriqueció aún más la amalgama. La Perla de la Corona, como llamaron al Virreinato de la Nueva España, por su riqueza y hermosura, también atrajo la ambición de corsarios y piratas.
A lo largo y ancho de tres siglos, la vida novohispana transcurrió aparentemente dentro del orden establecido. El contraste entre ricos y pobres, ciudades y campo, era caldo de cultivo para la violencia, las enfermedades, los desacuerdos, en ese peculiar mosaico que se fue integrando con la combinación de diversos grupos humanos. No faltaron hambrunas y motines.
Mediaba el XVIII cuando los jesuitas jóvenes, criollos en su mayoría, empezaron a sentirse distintos; capaces en todas las ciencias diría Francisco Javier Clavijero. Su audacia les valió la expulsión en 1767. Una década más tarde, España cancelaba el sistema de flotas y galeones. Para fines del siglo XVIII, el censo del virrey segundo conde de Revillagigedo, contó 4 483 569 almas. Indios, negros, mestizos, criollos empobrecidos, mulatos, que moldeaban poco a poco una incipiente clase media. A tono con el Siglo de las Luces, emprendieron una labor filantrópica, no por caridad, sino por humanidad.
La Independencia de las Trece Colonias y la Revolución Francesa, hicieron pensar en un futuro promisorio para México. La coyuntura la proporcionaron las guerras napoleónicas. El 16 de septiembre de 1810, muy tempranito, la patria tuvo padre. Don Miguel Hidalgo, moreno, con unos ojos verdes muy vivos, cura de pueblo chico, inició el movimiento separatista, hecho que lo condujo a ser ejecutado el 30 de julio del siguiente año. El Rayo del Sur, don José María Morelos, también sacerdote, mantuvo los ánimos con su enorme talento militar. De ascendencia negra, aunque registrado como español, perteneció a las castas. Las ganas de salir de la miseria provocaban numerosos levantamientos de naturales, mestizos y mulatos. Los criollos con poder se sentían perdidos, cuando una nueva oportunidad les volvió el alma al cuerpo. Sin implantar libertades o cambios que les modificara su situación, consumaron la Independencia.
Agustín de Iturbide, un criollo simpático, parrandero y muy dado a las armas, logró en cinco escasos meses de campaña diplomática y militar, entrar triunfalmente a la ciudad de México y establecer el primer gobierno autónomo. La euforia desbordada impedía contemplar la dificultosa situación, los escasos recursos. El tráfico naviero con Oriente, Europa y América había dejado de funcionar. La producción de las minas, del campo y de la industria era propiamente nula. México, con casi medio millón de kilómetros cuadrados, estaba aislado, en el interior y hacia el exterior. La frontera con los Estados Unidos y la de Belice no eran precisas. La del Norte, arca abierta, invitaba al despojo.
La declaración de igualdad, dejó a los naturales acostumbrados a la tutela, indefensos ante los criollos, hecho que agudizaba la desigualdad de fortunas. Iban de mal en peor las condiciones del peón y el artesano. Sin contar la desorganización social, o el reducido número de habitantes, resultado de tantos años de guerra. Los flamantes mexicanos tuvieron que percatarse de su ineptitud e inexperiencia en la administración pública. Despacio se empezaban a dar cuenta, que ser independientes significaba el inicio de un arduo camino.
Hubo emperador: Agustín I. A principios de 1823, Antonio López de Santa Anna militar, criollo, de familia acaudalada, fiestero y jugador, proclamó la república y Agustín I se fue del país. En 1824 se dio la primera Constitución, las primeras elecciones y el primer presidente: Guadalupe Victoria. Huérfano, lo crió un tío sacerdote; modesto, inteligente, estudiaba derecho en la Real y Pontificia Universidad, cuando decide unirse a la insurgencia. El hombre de libros, al elegir sin concesiones su libertad, se definió como hombre de libres… (7) Los Estados Unidos reconocieron al emancipado vecino y apareció el ministro Joel R. Poinsett, junto con el ministro inglés Henry Ward; ambos se distinguen por sus intrigas e ingerencia en la política interna de la nueva república.
En 1825, los españoles son expulsados de su último reducto en San Juan de Ulúa. Hecho contraproducente, pues al desalojarlos se llevaron sus capitales y se tuvo que dar entrada a los empréstitos, principalmente ingleses. De quienes se dice, que en un siglo, sacaron más plata de México que los españoles en tres.
1838 fue el año de la Guerra de los Pasteles, en la que Santa Anna perdió el pie izquierdo y el país el equilibrio. Sin medios para defenderse, en 1847, México se vio invadido por las tropas estadounidenses. La leperuza les aventaba piedras, les llovían peroles de aceite hirviendo desde las azoteas y los populares Niños Héroes defendieron valientemente su Colegio Militar, domiciliado entonces en el Castillo de Chapultepec. Los Estados Unidos se adjudicaron Texas, Nuevo México y Nueva California: dos millones cuatrocientos mil kilómetros cuadrados.
Al mediar el siglo XIX, liberales y conservadores de distintos matices, preocupados, hasta deprimidos, buscaban respuestas en consonancia con su ideología. Santa Anna por su parte, mantuvo un ejército y sus gallos de pelea. En esas andaba cuando le avisaron del Plan de Ayutla, lanzado por Juan Álvarez, el del Estado de Guerrero y su ejército de pintos, que derrocaron al célebre quince uñas. Álvarez ocupó la silla presidencial para dejarla un año más tarde. El hijo de un francés: Ignacio Comonfort, ocupado hasta entonces en administrar la Aduana de Acapulco, quedó en la presidencia. Durante su gobierno se expidieron las Leyes de Reforma que en 1858 desataron la guerra civil.
Quizás por estos años surgió la chinaca. Voz de origen mexicano: xinaca significa desnudo. Gente desarrapada. Dióse este nombre por desprecio a las guerrillas liberales o gavillas de gente de toda broza, no uniformada, que tanto figuraron en la última revolución. (8)
Y mientras los conservadores elegían un príncipe que viniera a poner orden, don Benito Juárez de extracción zapoteca, abogado y político, enfundado en negro frac y blanca camisa, gobernaba el país. En 1861, por aquello de debo no niego, pago no tengo, suspendió la remuneración de la deuda interna y externa. España, Inglaterra y Francia reclamaron de inmediato. Napoleón III decidió aprovechar las circunstancias para extender su dominio; los estadounidenses, en plena Guerra de Secesión, ni tiempo tenían de meter su cuchara. Ya para 1862, las tropas francesas se aposentaban en Veracruz. México, que se defendía con uñas y dientes, venció el 5 de mayo de 1862, con el apoyo de los zacapoaxtlas de la Sierra de Puebla, al ejército más poderoso del mundo. Inglaterra y España hicieron una graciosa retirada. Napoleón III, en cambio, mandó más refuerzos. Don Benito y su gobierno, imposibilitados de enfrentarlos, empacan los archivos y viajan hacia el Norte. Maximiliano y Carlota llegaron en 1864 a enfrentar su trágico destino, y sus acompañantes a incrementar el mestizaje. El ejército francés incluía tropas mercenarias de la Legión Extranjera. El séquito de los archiduques, un surtido rico de nacionalidades.
De 1867 a 1876 es la etapa de la República Restaurada. Juárez, con objeto de reanimar la paralizada economía, renovó el permiso a los ferrocarriles ingleses. Redujo el ejército sin que por ello disminuyeran motines y levantamientos. Su pretensión de reelegirse fue motivo de enojos. A su muerte, siete meses después, ocupó la presidencia Sebastián Lerdo de Tejada, hijo de español y criolla. Abogado, político, buen orador, defensor de la República, inauguró entre festejos y banquetes, el ferrocarril de México a Veracruz. Con la derrota del Tigre de Álica, se logró la pacificación de la zona de Tepic.
En 1876, Porfirio Díaz vence a las tropas lerdistas en la batalla de Tecoac y don Sebastián se exilia en Nueva York donde muere años más tarde.
José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, hijo de criollo y mixteca nació en Oaxaca. Aunque estuvo en el Seminario y en el Instituto del Estado, desempeñó muchas otras actividades para sostener a su familia. Fue poco ilustrado, torpe para expresarse, sin experiencia política, pero extremadamente tenaz. Tras diez años de hacerle la lucha, permaneció treinta en la silla. Con poca política y mucha administración, mantuvo la anhelada paz, la maltrecha economía comenzó a desperezarse. Al advenimiento del nuevo siglo, las profundas desigualdades se hicieron patentes. Por esos años, la aberrante filosofía del pensador francés Arthur Gobineau (1816-1882), atribuyó la decadencia de las civilizaciones a factores raciales, y propuso la pureza étnica para contrarrestar la degeneración que implican las mezclas.
En 1910 Francisco I. Madero, norteño, de familia adinerada, que había estudiado en Estados Unidos y Europa, decidió lanzarse a la lucha armada bajo el lema Sufragio efectivo No reelección. Las mujeres, solidarias, cargando hijos y anafres también se levantaron en armas. En seis meses, con el apoyo de los caudillos regionales, se logró derrocar a un régimen que se había mantenido en el poder por treinta y cuatro años. Madero Presidente, asumiendo viejas y agudas carencias, intentaba solucionarlas mediante la ley y la democracia. Los intereses extranjeros tomaron parte y partido. Victoriano Huerta, con respaldo y sostén de la embajada de los Estados Unidos, se hizo responsable del asesinato de Madero y Pino Suárez. María Pistolas fue la única mujer que tuvo ánimos para protestar.
Reagrupados los revolucionarios: Carranza, Villa y Zapata, con otros jefes, hicieron que Huerta abandonara el país en julio de 1914. Y las soldaderas, inmortalizadas bajo el nombre de Adelitas, en el himno de guerra de los constitucionalistas, acompañaron a sus juanes. A pie o en ferrocarril, echando bala, repartiendo el bastimento, ayudaban a bien vivir y a bien morir. Los contrastes perseveraron a todos niveles. Vasconcelos, al hablar de la raza cósmica y su proyecto educativo, sembró la idea de que el mestizaje, la mezcla, conduce a un humanismo integral.
La Historia no juzga. Permite aprender si nos interesamos en conocerla. Conocerla es descubrir esa nuestra esencia, cargadita de violencias y carencias, carencias fundacionales que nos constituyen, que nos impelen a construirnos día a día.
María Teresa Bermúdez
San José Tzal -Yucatán
NOTAS
1 Casares, Julio. Diccionario ideológico de la lengua española.
Barcelona: Gili, 2001.
2 Idem.
3 Escalante, 2006, T.I, p. 322.
4 Duby, 1998, p.109.
5 Rulfo, 1987, p.149.
6 Frost, 2004, p.6.
7 González Pedrero, 1993, p. 103.
8 Santamaría, 2000, p.392.
BIBLIOGRAFÍA
Duby, Georges. Damas del siglo XII. El recuerdo de las abuelas. Madrid: Alianza, 1998.
Casares, Julio. Diccionario ideológico de la lengua española. Barcelona: Gili, 2001.
Escalante Gonzalbo, Pablo. Historia de la vida cotidiana en México. T. I. México: COLMEX. FCE, 2006.
Frost, Elsa Cecilia. Discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, 11 nov. 2004.
González Pedrero, Enrique. País de un solo hombre: el México de Santa Anna. V.I. México: FCE, 1993.
Rulfo, Juan. Obras. México: FCE, 1987.
Santamaría, Francisco J. Diccionario de Mejicanismos. Méjico: Porrúa, 2000.