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Relatos

ENTRE GUERRAS Y ARRUMACOS

By 8 octubre, 2024No Comments

Me gustaría que hubiera paz. No todo en la vida son suspiros y arrumacos, esa bonanza es el resultado de sentirse bien, con uno mismo y con quienes nos rodean. Si hay contento, hay alegrías, dulzuras, peritas de anís, cacahuates garapiñados; en caso contrario, aparecen las malas maneras, desencuentros, pleitos, para luego volver a contentarse. Y así, a diferentes niveles, en distintos grados, ocurre. ¿Depende de las circunstancias? ¿Será un derivado del desamor? Tal vez, simplemente es parte de la vida cotidiana. Sin embargo, ese estado de contento y gozo, muy seguido se ve ofuscado por situaciones externas. Escuchar por cualquier medio las noticias, es suficiente para saturarse de agobio.

Me gustaría que hubiera paz. Es muy triste batallar diariamente con guerras, vecinas o lejanas, esas que matan, dejan heridos, cadáveres, desolación en cuerpo y alma. Esas que destruyen no solo humanos y familias, de refilón se llevan los árboles, los pájaros, gusanitos, mariposas; las flores, las abejas hacedoras de miel y cuanto hay. Pero, parece que desde que el mundo existe, todo ha sido peleadero. Con excepción de la etapa, en que las mujeres gobernaban, dirigían, tomaban decisiones, dicen los que saben. Había sus pleitecillos, claro, pero guerra, lo que se llama guerra de a deveritas, no pertenecía  a usos ni costumbres.

Los metales se utilizaban para crear adornos, instrumentos de beneficio común, no armas; se adoraba a una diosa y las artes redondeaban la belleza, como en Creta. Se acabó el disfrute, con la fuerza y el enojo de algunos enseñoreados. Sepa la bola, si lo de Eva fue endenantes o más despuesito, el caso es que la famosa guerra, consus héroes, batallas, soldados piojosos, malcomidos, enfermos del alma, es lo que se glorifica. Ninguna guerra ha servido, para maldita la cosa. Su finalidad es aumentar el poder, el dominio, la avaricia; tener más territorios, tener mayores riquezas, tener más gente como títeres del cabecilla.
El ser humano, que se cree el “dueño de la creación”, se ha dedicado a destruir la naturaleza, en lugar de conservarla, cuidar ese entorno que de todo nos da: medios para habitar, delicias para comer y estar sanos, amaneceres y atardeceres gloriosos, que acarician el espíritu. Trabaja, canta, baila, crea música, también fabrica instrumentos para acompañarse, se congrega, porque le gusta la compañía agradable, no la de alguien magullado a tortazos, acribillado de balas, envenenado de envidia, no, para eso no nació, nació para disfrutar y ser feliz.
Aunque nos cuenten que alguien tuvo que salir por piernas del paraíso, y nos recalquen que nuestro mundo es un “valle de lágrimas”, ¡ni es cierto! Vivimos en un sitio precioso, estamos para cuidar sus espacios, cada rinconcito, por diminuto que sea, recibir sus frutos; no para explotarlo, ni para dominar prójimos, o enjaular animales, lo mejor es respetar y vivir en paz. Nos cuentan y nos machacan, que nacimos para sufrir, que aguántese si le va del cocol, ya vivirá contento en la eternidad, gozando de dios… ¿Será la neta del planeta? La merita verdad, lo dudo, ya no les creo tanta paparrucha.

El resultado de las guerras es la destrucción, empieza por socavar al amor, al terruño, al universo; se suplanta por el billete, el billete da poder para obtener cuánto quiero, bienes materiales de relumbrón, objetos de la envidia ajena, puntos de comparación que siempre dañan y nunca acaban. Y así, se va escalando, escalando, hasta llegar al momento de quiebre, nada satisface, la aburrición da permiso a desmanes inconcebibles, provocan daño, deterioro, conducen a muertes violentas, que no tienen razón de ser. “Para morirse, nomás hay que estar vivo”. Morir es una alternancia del vivir, y no incluye violencia. Es un paso esencial del ser, para continuar su misterioso proceso.
Yo creo que la muerte nos destantea, porque nos cuentearon del infierno. El quemante, retacado de llamas, diablos cornudos con cola y trinche. Rojos como los comunistas, rollo reciente que a cualquiera espanta. Infierno, al que vas, sin remedio, por mal portado, por desobedecer, ofender al buen dios que todo te ha dado, y que a falta de mejor quehacer, te vigila sin descanso con el ojo de triangulito, a ver qué andas haciendo. De remate, los momentos postreros, no son ningún postre, son, aparte de la infernal amenaza: llantos, rezos, miedos. Entreverados a la culpa, ambición, y demás sentimientos de los que se quedan al gozo, mientras que el difunto llega al pozo.

Existe una opción alternativa a la chamuscadera: los coros angelicales, las bienaventuranzas. Imaginarse en su blanca nube, tocando el arpa en alabanza. Como cada cual trae sus entresijos,  de repente, entra aquello del pavor por lo desconocido. Las malditas dudas de ser o no ser, más bien: de haber sido o no haber sido… lo que debería… Regorgotean las angustias, y dicen que se ve cual película, toditito lo que hiciste desde nacer, y que un túnel, y que luz. Y la muerte se aparece rete peliaguda, nada de santa. En fin, habrá que petatearse para saber, porque de oídas son muy diversas las opiniones, y en realidad, eso forma parte del atemorizante desconocer.
Ha de ser casi imposible, no caer en tentación, ser perfecto, como cuentan de los santos, o tal vez, le agregaron su tantito de exagero, por aquello de contrastar. Con tanto cuento, en una de esas el cuentero lo falseó, cuenteando que el paraíso de la expulsión lo cerraron. ¿Y si quedó abierto? Y resulta que los cuenteados engañados, aterrorizados, por su puritito susto, miedo, temor, lo fastidiaron, lo volvieron invivible, ¿por sus propios malentendidos tormentosos? Aceptaron, creyeron el cuento, lo fanatizaron, y convirtieron el paraíso en un mundo de violencia, desamor, guerras sin cuartel, que alguno dice ganar. Aunque nadie, ni ninguno, la gane, me gustaría que hubiera PAZ.