
La neblina se esparce voluptuosa, etérea, envolviendo en halagos cuánto toca. Suave, vaporosa, acaricia las flores, las hojas, los tallos, o los corpulentos árboles de cortezas arrugadas e inmensas coronas de fronda. Desde la maraña de pequeños afluentes que tejen los ríos Quilate y Chapachapa, sube despacito hasta las nubes, para bajar otra vez pachorruda, soñolienta, tersa, a serenar las hierbitas tan ansiosas de humedad.
¡Maleficio, embrujo, mandinga! ¡Malaventura cayó de tajo!
Zcatan-oxga, Ciervo joven, hace rato que la mira desde lejos. Cierto, de que la hermosa doncella servía a Tonacayo -hua, esa deidad que él jamás ha visto, sólo sabe que se ocupa de velar la siembra, los alimentos que dan vida a su pueblo. Tzacoponziza, Lucero del alba, más hermosa que la brillante estrella, es la hija del gobernante y con otras jóvenes atiende el culto de Tonacayo–hua.
Se deja ver Zcatan-oxga, enamorado, se acerca a Tzacoponziza…
En un parpadeo relumbran destellos amenazantes, afiladísimos cuchillos de obsidiana degüellan a los jóvenes. En el adoratorio Totonaca, la piedra de los sacrificios se sonroja, cuando arrancan del pecho los corazones, y los cuerpos dando tumbos se pierden en una profunda barranca.
Mustio, marchito, atribulado, queda aquel paraje.
En armonía con la cadencia vital transcurren los ciclos, el paraje siente el brotar de musgos, hierbas, cogollos, arbustos, palmas, el verdor recubre el suelo. A su tiempo, una trepadora se aferra a la reciedumbre de un tronco. Lo abraza, lo arrebuja sin ahogarlo con sus tallos y finas hojas. ¡Entre brumas, remojos, suspiros, ocurre el milagro! La trepadora se cunde de primorosas orquídeas, su color es un tono verde muy tenue, Xanath, flor recóndita, la llamaron los sacerdotes del templo al admirarla, alardean su hermosura.
El amor de los jóvenes, trastoca la naturaleza, va más allá de la violencia.
Y la diosa Tonacayo-hua encomienda a las pequeñas Melipomas, refinadas y sensibles, se encarguen de fecundarla. Al tiempo que las abejitas sin aguijón desempeñan su trabajo en las orquídeas, crecen a su alrededor otras plantas que las cuidan y protegen; son gráciles, muy delicadas, las orquídeas, no toleran los rayos directos del sol para crecer y estar contentas. Quienes observan, opinan, que de la sangre de la hermosa Tzacoponziza, brotó Xanath, flor recóndita.
No salen de su asombro, al contemplar atónitos que las hermosas y delicadas flores, mudan en finas vainas de tonos muy sutiles, entre verde y amarillo, hasta alcanzar como un palmo de largo. La naturaleza se luce, esas vainas que se vuelven de tono café oscuro, exhalan un perfume de embeleso.
¡Tonacayo-hua, muestra su benevolencia, confirma el perdón en un efluvio!
Esas perfumadas y quisquillosas vainas, al madurar, en un período de nueve meses, lo mismo que tarda la gestación de un crio, ya pueden cosecharse. Y es en ese preciso momento, cuando la perseverante sabiduría Totonaca, se entreteje con el quehacer de la naturaleza, y culminan las fases del prodigio.
La Xanath Totonaca, es una orquídea única, originaria de las selvas tropicales del Sureste de México; crece en algunas zonas de neblina, en Veracruz, Oaxaca, y Puebla. Durante tres Centurias, Papantla se conoció como la Ciudad que perfuma al mundo. El aroma de Xanath lo despiertan los rayos del sol y cuando esas vainas se tratan con curia y mimo, como es debido, esta fragancia perdura. Las de México, aparte de ser únicas, son las vainas más finas y apreciadas.
Hacia el año 1200, grupos humanos, herederos de los Olmecas de Tabasco, se aposentaron en Papantla: Lugar de las aves bulliciosas. Los Papanes, de la familia de los cuervos, le dieron nombre a esta fundación, situada en la zona de verdor que cubre colinas bajas, donde corren los ríos Quilate y Chapachapa; al esparcir sus afluentes, la humedad volátil genera el nacimiento y reproducción de esta singular orquídea epífita. Allí, los españoles durante su expansión conocieron en su sitio, el aroma que tiempo atrás les había dado a probar Moctezuma, en la refrescante Atlaquetzalli o Agua preciosa, preparada con cacao, y aromada con una vaina de dicha orquídea, es por ello que la nombraron Vainilla.
Para disfrutar el perfume de la Vainilla, los habitantes de ese recoveco del mundo, localizado en el litoral del Golfo de México, siguen paso a paso, con gran tacto e inteligencia, observando atentos, muy respetuosos, lo que la naturaleza les otorga; con sumo cuidado cooperan a su desarrollo hasta completar el ciclo y obtener beneficios. Siempre con reverencia, sin violentar el proceso natural.
Una vez que nace la Xanath, hace falta esperar tres o cuatro años en lo que crece, para verla florecer; es una orquídea endémica de la región, que sólo se abre una vez en su vida. A Xanath, la mágica flor recóndita, la polinizan las diminutas abejas melipomas que viven en esta zona; es una flor hermafrodita, tiene el rostellum, un órgano reproductor que necesita ayuda externa. Cada ciclo, las pequeñas melipomas especialistas en este oficio, desempeñan con esmero y diligencia el indispensable ritual. Hasta aquí, la naturaleza ha concluido su misión.
Inicia entonces otro momento crucial. La naturaleza deja en manos del ser humano el minucioso trabajo de terminar lo que ella empezó, pues el aroma, escondido en las minúsculas semillitas de cada vaina, depende del instante preciso en que la cortan, eslabonando de esta manera la habilidad de la persona, al admirable proceso de la orquídea, en beneficio común.
La vainilla, pasa del área donde se cultiva, al proceso de beneficio, aparentemente fácil, pero debe ser hecho por manos muy hábiles y cuidadosas; es una planta frágil, melindrosa, hay que tratarla con solicitud, paciencia, y cariño, cualquier detalle por mínimo que parezca, genera cambios en el fruto y en el aroma. La vaina recién cortada, brillante de humedad, es cuando más aroma despide. Necesita de un excelente trabajo manual, mucho ojo y mucho tacto para clarificarla. Por ello la vainilla de México, posee un olor único, que difícilmente se ha podido igualar.
En este paso, se amplían, se multiplican los beneficios del perfume que generosamente emana la vainilla. De ella, se pueden extraer Fenoles volátiles empleados cómo antiséptico, preparaciones antioxidantes, antimicóticas, y antimicrobianas, extractos que cooperan a la salud. El perfume tiene también la fama de ser afrodisiaco, es decir, que exalta los placeres de Afrodita, la diosa griega de la belleza y el amor. ¿Qué tal? Como que las diosas van poniendo muchas cosas para el buen vivir, el placer, el juego que nunca debe faltar en la vida de los humanos.
Existen multitud de aromas que intentan reproducir el perfume de la vainilla; por ejemplo, la fragancia y sabor de la vainillina, de bajo costo, sin embargo, el producto natural de origen es único, es por ello que la vainilla de México, tiene un aroma inigualable.
Y ¿cómo es que la vainilla se conoce por todos lados y su aroma es tan popular? Quizás se deba, en parte, al Códice Badiano. Códice se les llama a los escritos de la época prehispánica; algunos, elaborados ya durante la etapa de la Conquista, aunque mantuvieron y respetaron la técnica utilizada por los habitantes originarios. Podríamos decir que derivan del mestizaje. Son manuscritos, en piel de ciervo o papel de amate. El Códice Badiano, data de 1552, los textos están escritos en náhuatl y en latín, por Juan Badiano, un Tlacuilo, nombre que se daba a los escribas en Tenochtitlan. Juan Badiano era de familia noble, se cuenta que desde los ocho años estudiaba con los Siete Sabios de Xochimilco, dónde nació en 1584. Le tocó vivir los acomodos y cambios de la dominación española, aprendió castellano, latín, la doctrina cristiana, colaboró con Fray Bernardino de Sahagún.
El autor de los textos del Códice Badiano, que aportan los conocimientos y adelantos de los pueblos del Anáhuac antes del Siglo XVI, fue un Tícitl, un médico, con amplísimos conocimientos, oriundo también de Xochimilco, y bautizado como Martín de la Cruz. Elaboró sus escritos en náhuatl y los tradujo al latín. Juan Badiano y Martín de la Cruz eran hombres sabios y eruditos, compartieron sus estudios y sapiencia, con los Frailes Fraciscanos, en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, fundado para intercambiar conocimientos y rescatar la sabiduría de este desconocido mundo, al otro lado del Océano, que habían topado en su travesía, que ellos pensaban, sería para llegar a las Indias Orientales.
El Códice Badiano es el texto más antiguo del Anáhuac, un documento histórico muy valioso acerca de la herbolaria, la botánica y la medicina en México, antes del Siglo XV. Fue un regalo único y original para Carlos V de España. Francisco de Mendoza, hijo de don Antonio de Mendoza, el primer virrey de la Nueva España, logro que se hiciera, para dar a conocer el acervo de sabiduría ancestral, y la importancia del Imperial Colegio de la Santa Cruz en Tlatelolco, fundado para los naturales de estas tierras, y que muchos querían cerrar, por el enorme riesgo que entrañaba, educar a los nativos.
El Códice Badiano estuvo en la Biblioteca Real hasta el Siglo XVII, y se desconoce cómo el Cardenal Barberini lo dejó en la Biblioteca Vaticana, donde fue localizado en 1929, por el historiador norteamericano Charles Upson Clark. El Papa Juan Pablo II, lo devolvió a México. Hoy se encuentra en la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en Chapultepec. Gracias al Códice Badiano, se conocieron en Europa las cualidades de muchas plantas nativas, los adelantos en la ciencia médica, el cercano acompañamiento que el Tícitl daba a sus pacientes, y entre muchísimas otras cosas, las cualidades científicas de la Vainilla, la única orquídea que da fruto.
La vainilla, lentamente cobró fama en Europa. En 1605, el francés Charles de L´Ecluse, publicó la primera descripción de la vainilla, llamándola: Lobus oblongus aromáticus. Es conocido que la reina Isabel I de Inglaterra, la tomaba por recomendación de su farmacéutico, Hugo Morgan. Y Madame Pompadour, allá por el 1750, cuentan que la conseguía para recompensar a Luis XV. Por esos mismos años, Bezaar Zimmerman, contó que con infusiones de vainilla había curado a un montón de impotentes. También se corrió la voz, de que la vainilla era remedio contra la histeria, la depresión, la melancolía, y hasta el reumatismo, así que la Xanath, despertó la codicia, esa implacable necesidad de querer cuanto se le presenta, al sujeto aquejado de avaricia.
En el transcurso del Siglo XVIII, las flotas españolas transportaban la preciada vainilla a Europa, llevaban aproximadamente 147 kilos en cada travesía, y la mayor parte se vendía en Francia, donde les fascinó su aroma. Durante las tres primeras décadas del XIX continúa la exportación, calculada por el Barón de Humboldt en un promedio de 1938 kilos anuales, Misantla participó más activamente y su escudo luce una orla de enredadera de vainilla. El beneficiador y comerciante, Agapito Fontecilla escribió un Breve Tratado sobre este tema, en 1861.
De acuerdo a los cálculos de Humboldt, para el Siglo XIX, Misantla, Colipa, y Yecuatla, en la Sierra del Chiconquiaco, más o menos a 30 leguas de Veracruz, comerciaban la vainilla de secado artificial, conocido como Poscoyol, era menos apreciada y la vendían en Cádiz. La calidad se reconoce por cómo van atados los mazos, llamados Tlijochitl. Una sola vaina que estuviera manchada podía echar a perder la caja completa, durante la travesía Trasatlántica. El millar de vainilla, de primera clase, costaba de 25 a 35 pesos, y la más fina valía hasta 50. Los logreros eran quienes obtenían las mayores ganancias pues la pagaban en especia, o sea, con aguardiente, vino, cacao, telas de algodón de Puebla, en lugar de dinero.
Los franceses, tan encantados con la vainilla, fueron los primeros en tratar de cultivarla fuera de México; primero se la llevaron a la Isla de Reunión, que tiempo después se convirtió en el mayor productor. Un esclavo del señor Bellier Beaumont, el joven Edmond, tras varios años de observarla, descubrió en 1841 la técnica para polinizar manualmente a la orquídea; de premio le otorgaron el apellido Albius. Sin embargo, Jean Michel Claude Richard, se quedó con el mérito, pues en la Isla, fue el líder en cuanto a producción de vainilla; Richard recibió la Legión de Honor por sus conocimientos de botánica. No obstante, Charles Morren, de Lieja, en Bélgica, había logrado la polinización manual desde 1839.
Posteriormente se cultivó en Guadalupe y Martinica, y la llevaron después a Madagascar; una exagerada producción de mil toneladas, logró desplomar el mercado. Uganda es dónde se sembraron nuevamente las orquídeas que dan la vainilla, se polinizan a mano, mecánicamente, así que producen buenos rendimientos económicos, pues para ellos el dinero es lo fundamental. La nueva Coca Cola, desde 1985, utiliza para su fabricación un sustituto sintético de vainilla. Mercado no falta, aunque el sabor sea a base de químicos. Actualmente también se produce en Tahití, Isla Guadalupe y Ecuador.
Durante los años del Porfiriato, los caciques, el poder regional, desbarató lentamente el frágil tejido social urdido con paciencia por los grupos Totonacas. La vainilla, para los pueblos que la cultivan desde su origen, tiene un significado semejante al del maíz, pertenece a su cosmovisión, lo que une al ser humano con su entorno, con la naturaleza que lo rodea y le proporciona el sustento, considerado una dádiva divina, cuyo origen radica en la convivencia de amor, respeto, agradecimiento. Al recibir esos dones establecen una filiación mística, espiritual, de diálogo ininterrumpido. En ello, tanto la naturaleza como el ser humano, se lucen dando lo mejor de cada uno.
Entre el verdor y la mágica bruma, se sublima este pacto con la ceremonia de los Voladores de Papantla, que en éxtasis, semejando hermosas aves, descienden a la tierra agitando sus brazos como auténticas alas, en lo que el Capora, danza en armonía para pedir abundancia. Danza también el viento al vibrante sonido cadencioso de su flauta y su tambor, al sentir la suave caricia de la caprichosa neblina, que despierta la fertilidad.
Su mundo espiritual se entrevera en esa mística armonía, en esa danza aérea que expresa respeto y agradecimiento a la madre naturaleza, reafirmando en cada ocasión, que:
…Tiempo y memoria hablan a través de ellos….
En 2009, publicó el Diario Oficial, que la Vainilla es una especie protegida. Las delgadas y oscuras vainas, guardan en su interior miles de semillitas negras, que al madurar esparcen su delicioso aroma y perfuman el orbe sin esperar ni pedir nada a cambio.
María Teresa Bermúdez
Primavera del 2025