Boceto de niña
Diego Rivera
Colección Particular
En México, todavía usamos la palabra niña, como un tratamiento de cariño o de respeto. Resulta que pensando en distintas cosas, como de costumbre, se me ocurrió averiguar de qué se trata, qué significa, cual es el origen de la palabra niña. Para mí, niña, es sinónimo de ternura, me suena a querencia.
Me interesa mucho entender cómo hemos llegado las mujeres, a las condiciones actuales. Sin embargo, cada época, cada pueblo, ha tenido niñas felices, niñas maltratadas, niñas queridas, niñas odiadas, una gama infinita, porque cada ser humano es único e irrepetible. Se me ocurrió buscar la palabra niña, en el TESORO DE VILLANOS, ese maravilloso Diccionario de Germanía, publicado en el 2002, por María Inés Chamorro Fernández. Aclaro, primero, que germanía es lo mismo que hermandad, palabra que a principios del siglo XVI, tuvo su procedencia en la palabra germa: hermano. Y parece ser, que la palabra se originó en Valencia y Mallorca, pertenecía a la jerga del hampa, de la gente de mala vida, que intentaba hacer dinero fácil y en un dos por tres. Quizá por ello algunos eligieron mudarse a Sevilla, la de tortuosas calles y el comercio ultramarino a las orillas del Guadalquivir; se arraigaron en los burdeles, bajo el mando de varios jefes, fue una organización poco accesible, cuya jerga rufianesca conoció a fondo Miguel de Cervantes, habla de majos, birladores, rufos, jácaros, lenguaje que muy despacito, se fue filtrando en la literatura picaresca.
Y por averiguar el origen de la palabra niña, encuentro que deriva de ninno, “el que está en la niñez”. No obstante, niña, no es lo mismo, niña es sinónimo de: querida, amiga, manceba. Se refiere a diferentes clases de prostitutas: niña de plata, niña de gotera, niña al uso. ¿A qué se debe esta diferencia? ¿Por qué un niño, es un niño, y las niñas tienen, desde la infancia, adjetivos peyorativos?
La Historia que conocemos, es una lucha de poder que originan los hombres, luego, involucran a las naciones y aprendemos únicamente de violencia, autoritarismo, dominio. Pero también hubo etapas pacíficas, en las cuales privó la creatividad, la belleza, la solidaridad. Durante miles de años se han vivido fluctuaciones, los cambios han sido drásticos, debido tal vez a la forma de relacionarse lo femenino y lo masculino, las dos fuerzas clave de la humanidad. La femenina, tradicionalmente ha sido ignorada, silenciada, devaluada.
En la Biblia, supuestamente, se protege la virtud de las mujeres, sin embargo, lo que verdaderamente se protege, son los derechos de propiedad del hombre, sobre esposas e hijas, pues podía tener varias, de ambas categorías. Una joven que perdía la virginidad antes de casarse, perdía de sopetón, cualquier tipo de valor económico. Al perder ese valor, el padre recibía una compensación, él, no la afectada; además, consideraban injusto que ella siguiera viviendo en la casa paterna. Para el responsable del desaguisado, la mujer castigada tampoco tenía ningún valor, así que a ella, le va como al perro de las dos tortas. Dichas leyes protegían, esencialmente, las transacciones económicas entre hombres, que regían la moral, eran edictos de rectitud y honorabilidad, y para remate o pilón, eran el mandato de Dios, así que los hombres, protegidos por estas prescripciones de origen divino, estaban dentro de lo moral y lo correcto, en su rígido sistema patriarcal, donde la propiedad se trasmitía de padre a hijo. Lo más grave es que de aquí, exactamente, deriva el sometimiento, la obediencia ciega, y hasta el pavor a la autoridad, puesto que dijeron que es divina.
El saber, la búsqueda independiente de conocimiento, se contrapone a este autoritarismo. Matar a otros seres humanos, despojar, violar, establecer la pena de muerte, incluso por ofensas sexuales, son normas aceptadas. Y es aquí, donde aparece Eva, la mujer desobediente, atrevida, que disfruta el conocimiento. Desobedece, y por su culpa, no sólo ella, toditita la humanidad, recibe el castigo y es condenada, por toda la eternidad. La sufridera eterna se debió a la desobediencia de Eva, no a matar, como Caín mató a su hermano Abel, cuestión prohibida y penada por los Diez Mandamientos, sin que nadie se ofuscara. Pero como Eva no fue obediente, dócil, ni sumisa, muchas cosas inherentes a su sexo quedaron manchadas. El alumbramiento, el parto, el prodigio de dar la vida a un nuevo ser humano, se volvió un acto impuro; por suerte los sacerdotes, purificaban a la recién parida, a cambio de una retribución, misma que le concede el perdón. ¿De qué? La mujer, solita no puede engendrar. Todo ello, desde entonces, se convirtió en algo sucio, que incluye al recién nacido, a quien el bautismo le borrará el pecado original.
Como señalara el etnólogo, arqueólogo e historiador francés André Leroi Gourham, ya desde el Paleolítico la humanidad tuvo la noción de que tanto entre ellos, como entre los animales, existía una división de dos mitades contrapuestas y la unión de ambas partes determinaba la subsistencia. En este contexto, la mujer representa la parte vivificante. En esta organización, hombres y mujeres trabajaban juntos en su beneficio, dentro de una sociedad solidaria, igualitaria, libre de opresión, temor, castigos. Su tecnología era creada con fines pacíficos, no fue una tecnología encaminada a la destrucción y aniquilamiento, aunque esto no significa que no existiera la violencia entre dichos grupos; eran humanos con todas las cualidades y defectos que aún poseemos. Durante muchos siglos, se fue transformando el toro astado, símbolo de adoración de la Diosa, en el mismísimo satanás, con cuernos, cola, y pezuñas; la manipulación política hizo responsable a la mujer, de todos los males habidos y por haber, con miras al establecimiento del dominio masculino, la jerarquización, y las guerras.
Pervive a lo largo de los tiempos, el culto a una Gran Diosa, la Diosa Madre, venerada en el Medioevo como la Madre de Dios, de Jesucristo que resucita en la Pascua, simbolizando el renacimiento cíclico de la naturaleza en cada primavera. La fecha de su nacimiento fue durante el solsticio de invierno, entre el 21 y el 24 de diciembre, cuando la Diosa daba a luz al sol. Es importante señalar, que dentro de la religión de violencia y dominio, el símbolo central cambió de ser el Nacimiento del Niño Dios, por su Crucifixión y Muerte, con la promesa de una vida mejor, no en este valle de lágrimas, sino después de haber muerto. Y eso, siempre y cuando hubieran obedecido estrictamente los mandatos del Padre, de lo contrario sólo les espera castigo, crueldad y tortura. Y la humanidad, hasta nuestros días, vive amedrentada por el temor a este dios amenazante, vengativo, justiciero.
Durante la prolongada etapa de diez siglos, que abarca la Edad Media, la Iglesia silenció las voces femeninas, sometiéndolas a la subordinación del dominio patriarcal. Convirtieron ¿por temor?, ¿por envidia?, ¿por el simple afán de dominio? ¡En fin! Decidieron, que las mujeres son el origen carnal de todos los males, hasta el extremo de publicar el Malleus Maleficarum, conocido también como el Martillo de las Brujas. Manual aprobado para darles cacería; en realidad fueron campañas, perfectamente organizadas, con financiamiento de la Iglesia y el Estado, para el exterminio de mujeres que poseían conocimientos.
En aquellos años la persecución se desató, en parte, porque los médicos, formados por la Iglesia, aunque carentes de conocimientos prácticos, empezaron a competir con las curanderas, mujeres, que por atender a las parturientas, a los enfermos, se dedicaban a trabajar con el cuerpo. Al conocerlo más a fondo, descubrieron sus procesos, observaron que estaban estrechamente ligados a la naturaleza, también conocieron y estudiaron las hierbas y las maneras de ayudar a sanar no sólo el cuerpo humano, sino también a los animales. Se les llamó brujas, cuando en realidad eran sabias. El miedo les hizo suponer, que estas mujeres poseían poderes mágicos; y como lo desconocido causa estupor, y no podían entenderlas, aumentó el temor, así que las tacharon de estar en contubernio con el demonio, agregando además, que la sexualidad femenina era pecaminosa. Tema que aún hoy sigue vigente. De ahí resbala, a que el sexo pierda su sacralidad y respeto, y la mujer satanizada es objeto de miedo, maltrato, repudio. Por este motivo, se llevaron a cabo las cacerías de brujas, apoyadas, fomentadas, organizadas, y ejecutadas, por los sacerdotes que organizaban el poder eclesiástico, y los laicos que organizaban el poder de los reyes, estableciéndose de esta forma un sistema jerárquico patriarcal que tenía dos ramas: la jerarquía religiosa y la jerarquía monárquica. El sexo fue considerado herético, y brutalmente perseguido. Numerosas sectas, hostigadas entonces, mantuvieron la adoración a la Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora del Pensamiento.
Henry Adams historiador estadounidense del Siglo XIX, elaboró una teoría sustentada en los valores religiosos. Consideró que la mayor fuerza civilizadora, a la que él llamó la Virgen, está enfrentada al Dínamo, o Tecnología Deshumanizadora. Ambas fuerzas entrañan el conflicto entre el modelo solidario: el poder femenino que crea, nutre, conserva la vida, y el modelo dominador: poder masculino de violencia y espada. Las feministas estadounidenses del Siglo XIX, volvieron a incitar la violencia masculina, al inclinarse por el pacifismo, la compasión, y hasta la ternura, valores rechazados por el sistema vigente, que impulsa la destrucción en vez de la creatividad. La obediencia, sometimiento, conformidad de las mujeres, son necesarias para ensalzar las virtudes masculinas de los sistemas totalitarios, aberraciones de una humanidad que se destruye a sí misma, aprisionada en el temor de los mitos, que sólo alaban su perversidad.
Estamos en el Siglo XXI, y aún no se consigue la conciliación de ambas partes, para que la humanidad pueda vivir sin violentas guerras, ni sangrientos sobresaltos, armándose hasta los dientes y eliminando cuanto pueden lo que les obstaculiza su ambición, circunstancias que denotan un desorden mundial que bastante poco puede durar, mientras ambas mitades permanezcan desempeñando, como autómatas, los rígidos y jerarquizados papeles, que consideran les corresponde representar. Esta situación mantiene al mundo en un callejón sin escape, a lo que ha conducido el exacerbamiento de las circunstancias actuales. Es indispensable asumir la responsabilidad, sin pensar que el dios, absolutamente todo lo resuelve; dejar de utilizar la fuerza, la violencia, y buscar de manera más intuitiva, amorosa, femenina, para que la humanidad tenga una actitud más solidaria, sin un poder arbitrario, terrorismo, o servidumbre; donde las relaciones familiares, sociales, puedan mantenerse en un equilibrio más sano, sean vínculos constructivos, que proporcionen tranquilidad, no miedo; que eviten el despilfarro y el consumismo. Que las niñas y los niños, lo más preciado y que merece los mayores cuidados en nuestra especie y en la sociedad, no sean utilizados, tampoco sean víctimas del abandono, el temor, o la violencia. Quizás, una posibilidad de solucionar tantos conflictos que nos mantienen en vilo, causando tanto daño, consista en imaginar; imaginar, ante el arrebato y el fanatismo de las disputas y las guerras actuales, un mundo sin temor, dedicando cuidados a las niñas y los niños, a niñas que no tengan que ser menospreciadas por su sexo; un mundo que otorgue mayor importancia a las relaciones que a las jerarquías, donde la razón y la intuición desarrollen un mayor equilibrio y la niñez aprenda y sea tratada de tal manera, que la vida de todos los seres y su conservación, sean un acto de amor.
María Teresa Bermúdez
San José Tzal – Primavera, 2024